Ser homosexual en China

Como muchos sabréis, China está muy lejos de países como España en lo relativo a los derechos de los homosexuales. De hecho, aunque la influencia occidental ha favorecido que las nuevas generaciones sean mucho más tolerantes al respecto, se podría decir que el gobierno chino sigue atascado en un concepto de la sexualidad y de la familia más cercanos a los que imperaron durante el franquismo.

Incluso las madres solteras de China siguen teniendo problemas para que sus hijos gocen del mismo estatus legal y oportunidades que sus compañeros, así que nos podemos imaginar lo oscuro que está el panorama para las parejas homosexuales que aspiren a que el Estado reconozca su matrimonio y su derecho a ser padres.

Por si fuera poco, ninguna de las corrientes de pensamiento destacadas del país (marxismo, confucianismo, budismo y taoísmo) parece servir de apoyo a su causa, y cuando sus intelectuales no comulgan con el patriarcalismo que campa a sus anchas por doquier, se limitan a mirar a otro lado, que por aquí los “errores” ideológicos se pagan muy caros.

No obstante, ninguna de estas trabas ha conseguido que los grupos de homosexuales de China permanezcan dentro del armario, y hace unas semanas volvieron a darse a conocer al público nacional e internacional a través del excelente documental que os presento a continuación (subtítulos en inglés).

Tras escuchar los testimonios de los protagonistas del film, lo que más me llama la atención es la enorme tensión económica que acarrea no cumplir con el modelo de matrimonio heterosexual con descendencia.

Y es que, no olvidemos, en China, el Estado de Bienestar y los sistemas de pensiones no ofrecen la cobertura necesaria para garantizar una vejez digna a quienes carecen de familiares que les cuiden. Es decir, el ciudadano medio que no se casa y no tiene hijos capaces de ganarse un salario decente, no puede esperar más que una jubilación precaria.

De ahí el desgarrador testimonio de una de las figuras destacadas del documental:

“Soy gay y me da miedo pensar en sobre el futuro. No tenemos hijos y se espera que muramos solos. Un día, cuando sea muy mayor, me pondré las mejores ropas, me subiré a bordo del crucero más lujoso y viajaré por el mar. Y cuando nadie esté mirando, me tiraré abajo”.

Y de ahí también el espíritu emprendedor y de trabajo duro que se manifiesta en el discurso de otros participantes, la mayoría de los cuales parece estar más o menos a salvo de la pobreza y de las presiones económicas que dificultan o simplemente imposibilitan mantener una relación homosexual sin miedo a ser descubierto.

De hecho, la de la pobreza durante la vejez es una preocupación muy recurrente entre los padres que participan en la película, quienes, además, tienen que hacer frente a la idea de que su hijo no pueda dar continuidad al linaje familiar. Quizás por eso, varios de los entrevistados que se negaron a formar parte de un “matrimonio tradicional” sienten el deber de compensar a sus padres por los problemas que les acarrea su orientación sexual, y hacer que gocen de una vejez tan digna como la de las familias más prósperas.

A fin de cuentas, hablamos de un país donde ser buenos padres y buenos hijos (véase piedad filial) lo es casi todo en términos morales, y aunque el bienestar y la continuidad de la familia tiende a ir antes que el de sus miembros, el documental es una prueba de que la sociedad china guarda el potencial de tolerancia suficiente como para superar las tensiones y la opresión provocadas por el pensamiento conservador.

Por supuesto, la cinta trata otros muchos aspectos además de los que acabo de mencionar, y estoy seguro de que a más de uno os hará cuestionar el modo en que entendiais la homosexualidad. En cualquier caso, os invito a que compartáis vuestra opinión al respecto, y mientras tanto nos vemos en Historias de China.

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