La furia del tigre amarillo, “Ojo por ojo, y brazo por brazo”

Octubre del 73, era domingo, y esa noche Televisión Española estrenaba la última sensación americana, la serie “Kung fu”. El mundo no estaba preparado para tal fenómeno, pero se trataba tan sólo de un preludio de lo que aún estaba por llegar, una epidemia que asolaría al mundo entero, la fiebre amarilla.

Ese mismo año la enfermedad fue avanzando, y empezaron a llover sobre las pantallas títulos tan míticos como “De profesión invencible”, “El luchador manco” o “Furia Oriental”, del maravilloso Bruce Lee, pero no fue hasta el 3 de diciembre del mismo año, que vio la luz en las carteleras ibéricas, la película que hoy nos concierne. Se trata, de la tercera parte, de la trilogía del espadachín manco, y la única que llegó a nuestro país,“la última, y la mejor” como se dijo en su día de Juego con la muerte, y aunque en más de medio mundo se tituló “The new One-armed swordsman”, éste fue cambiado a lo largo y ancho del globo, por ejemplo la casa española C.B. Films, vio más apropiado bautizarla, con un poco más de garbo, como “La furia del tigre amarillo

Estamos nuevamente frente a una película de artes marciales, catalogada dentro del subgénero de los Wu Xia, que engloba el conjunto de películas asiáticas, cuya temática gira entorno a los héroes y a las espadas. Cabe decir, que el film, no atesora ningún tipo de relación de continuidad o de narrativa con las otras dos cintas que le preceden. Tan sólo, coinciden en el hecho, de que el protagonista también es desprovisto de uno de sus miembros, como venía siendo habitual, el brazo derecho. De hecho, ni el actor principal de la saga, el carismático Wang Yu, hasta entonces buque insignia de la compañía, repite en esta producción de la Shaw Brothers, puesto que ese mismo año, había decidido emigrar a la más directa competencia, la Golden Harvest, para allí rodar, la que sería también, una nueva versión del héroe manco, “El luchador manco”, hecho que le traería cola en los tribunales, y que constituiría indudablemente con otro de los hits del celuloide que hicieron enloquecer a la generación adolescente.

Como substituto y principal reclamo para la producción, el elegido para el heroico papel, fue el carismático (no tanto como Wang Yu) y joven David Chiang, el Paul Newman de Shanghai, y la nueva estrella en alza del estudio, al que poco tiempo después, podríamos ver junto a Peter Cushing protagonizando “Kung fu contra los siete vampiros de oro”. Y, como no podía ser de otra manera, el responsable de tripular esta aventura cinematográfica sería nuevamente el director Chang Cheh, el Sam Peckinpah asiático, quién llevaría sobre sus espaldas, el gran compromiso de volver a sorprender al público, de volver a llenar las arcas de la empresa, y como no de superar en todos los aspectos a la gran competidora, la Golden Harvest (capitaneada por Raymond Chow, el antiguo mánager de producción de la firma), con la que se mantenía una constante “guerra fría”.

Las cifras impresionan, puesto que, tan sólo en España, según el ministerio de cultura, cerca de un millón de espectadores acudieron a disfrutarla, aunque de bien seguro, muchos fueron los que repitieron.

Como comentaba anteriormente, el principal atractivo de la película, reside en que nuestra estrella, el caballero Lei Li (David Chiang) ve como su cuerpo y su brazo derecho son separados para optar caminos diferentes, quedando éste lisiado, y prácticamente inservible para la lucha. Os preguntaréis sobre la técnica utilizada para hacer que un actor con dos brazos, apareciera ante el espectador, aparentemente con uno sólo. ¿Dónde lo escondía? Siento comunicaros que la respuesta es simple a la par que vulgar, ya que el bueno de David Chiang escondía su brazo derecho encogido, dentro de la vestimenta. Una vestimenta, que cambiaba de color según el estado de ánimo del personaje, alternando entre el negro y un blanco impoluto, que simboliza la pureza del héroe, hábilmente escogido para su resurgimiento cual ave fénix, y dispuesto a mancharse con la sangre de los enemigos. Enemigos de entre los cuales destaca el principal villano. Un barbudo sinvergüenza, de nombre impronunciable, con más maldad que el gato de la Cenicienta (Lucifer) , y además, surtido de una nueva y habilidosa arma letal, el nunchacku de tres secciones capaz de acabar con dos espadas gemelas, y que representaba una nueva oportunidad, para que los pequeños de la casa pusieran en práctica sus habilidades bricomaniacas, en el campo de la carpintería.

Bien apunta Carlos Aguilar, en su imprescindible Guía del cine, cuando nos la presenta como «uno de los títulos más relevantes del cine de artes marciales». Yo incluso me aventuraría a catalogarla como, una obra brillante, original, entretenida, ingeniosa y atrevida, cargada de escenas sangrientas y escabrosas, capaces de dejar boquiabiertos, a los intrépidos adolescentes que, en su día hicieron caso omiso a la calificación de edad, que residía en el cartel.

Albert Rodríguez Molina

Deja un comentario

Una idea sobre “La furia del tigre amarillo, “Ojo por ojo, y brazo por brazo””