El Buda gigante de Leshan

Muy cerquita de Chengdu, en la provincia de Sichuan, está la ciudad de Leshan. Es aquí donde se encuentra una de las figuras de Buda más grandes del mundo, una auténtica maravilla considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La estatua se encuentra en el monte Linyun y está esculpida en la ladera de un acantilado. Alcanza los 71 metros de altura, ¡casi nada! Este acantilado está situado entre la confluencia de tres ríos, el río Min Jiang, el Dadu y el Qingyi. Debido a esta confluencia, navegar por la zona acarreaba un gran peligro en el pasado y muchos hombres perdieron la vida debido a las aguas tempestuosas. Por ese motivo, en el año 713, el monje Hai Tong decidió comenzar la construcción de esta figura con el fin de que Buda amansara las aguas y protegiera la vida de los navegantes. El trabajo, como podéis imaginar, no resultó sencillo y fueron necesarios 90 años para concluirlo. Pero lo más sorprendente es que se cumplió el objetivo que se buscaba con la construcción de este Buda. Parece ser que los restos de tierra y roca que fueron desprendiéndose durante la talla de la figura habían ido acumulándose en el río y cambiando, poco a poco, el curso de sus aguas. Estas se volvieron más tranquilas y permitieron que los barcos circularan con seguridad.

Este es uno de los lugares de China que más me fascina. El entrono en el que se encuentra, la altura de la figura, la solemnidad de su expresión y la serenidad de su mirada convierten este rincón en un lugar mágico, de esos que te sacan un «¡guau!». Había oído maravillas de este lugar y, desde luego, la realidad no me decepcionó. Tengo que decir que este es de esos sitios que es mejor ver en persona, porque por algún motivo ni las mejores fotos del mundo podrían captar ese «¡guau!» del que os hablo.

Una de las cosas que se me pasó por la cabeza al conocer este lugar fue cómo era posible que durante todos estos siglos el Buda no hubiera sufrido los efectos de la erosión. Pues bien, la respuesta es también sorprendente: la figura cuenta con unos canales de drenaje colocados en la cabeza (ocultos en el pelo, hombros…). De esta forma, la figura se ha podido salvar del desgaste que, de otra forma, habría tenido lugar con el paso de los años. De lo que no se ha librado es de que el musgo la haya invadido, pero, qué queréis que os diga, un poco de verde le sienta hasta bien.

Se accede a la figura por la parte superior, a la altura de la cabeza del Buda, y para verlo desde abajo hay que bajar por unas escaleras situadas en la ladera del acantilado. No sabría deciros qué es más impactante, si verlo desde arriba y ver cómo los que ya han bajado parecen hormiguitas al lado de la estatua; o verlo desde abajo, siendo uno mismo la hormiguita. Otra forma de ver la figura es subirse a un barco turístico que se coloca en el río, frente a ella, para que los visitantes puedan tomar fotos con mejor perspectiva.

El Buda es impresionante, pero no es lo único que se puede ver en el monte Lingyun. La zona entera es una joya: templos, cuevas, fuentes, miradores y muchísimas más figuras de Buda talladas en las paredes del monte. Exceptuando la zona del Buda gigante, el resto del parque es tranquilo y pasear por allí es todo un lujo.

A continuación os dejo algunas fotos, para que os hagáis una idea de lo precioso que es este lugar. ¡Que las disfrutéis!

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