Breve historia de la Ciudad Amurallada de Kowloon

En los aledaños de la estación de metro de Lok Fu, un insustancial parque se desparrama por los terrenos de lo que en su día fue el lugar más poblado del planeta. Centro de vicio y corrupción, la otrora insalubre Ciudad Amurallada de Hong Kong hoy no es sino un mero recuerdo barnizado de césped, árboles y pequeños lagos que parecen querer hacer olvidar que un día ahí se erigió uno de los complejos humanos más caóticos que la humanidad ha conocido.

Los datos hablan por sí solos. En menos de 0,026 km² malvivían en su momento álgido más de 50.000 personas, una densidad de población 60 veces mayor que la de Manhattan. Entre sus degradadas estructuras de 14 pisos se acomodaban 8.800 viviendas, muchas de ellas compartidas por varias familias, y más de 1.000 negocios. Durante muchos años, la también bautizada como “anomalía política de la historia colonial de Hong Kong” permaneció ajena a legislación alguna y fue su propia población la que sin policía, leyes ni autoridad –a excepción de la mafia- organizó la vida de esta comunidad.

La historia de este peculiar enclave se remonta al siglo X, cuando se erigió como posición defensiva contra los piratas que amenazaban el comercio de la sal. En el siglo XIX fue reconstruida y empleada nuevamente como posición protectora, pero una serie de incidentes entre el gobierno colonial de Gran Bretaña y el de China la dejó en tierra de nadie. Pese a que este complejo se hallaba en el corazón de los Nuevos Territorios que China cedió en un tratado a Gran Bretaña para 100 años, la Ciudad Amurallada no fue incluida en el acuerdo, por lo que quedó en un limbo legal, fuera de la ley británica pero en el centro de sus dominios.

Esta estrambótica situación se alambicó aún más al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El enclave se convirtió en lugar de refugio para los ilegales de la zona, así como para todos aquellos que cruzaban la frontera de la recién creada República Popular de China. Durante decenios, muchos de los que huían de la hambrienta China comunista de Mao y se encaminaban hacia el incipiente paraíso de Hong Kong hacían su primera parada entre sus paredes. Pese a que muchos continuaron su viaje, otros se quedaron y pasaron a engrosar las filas de una población que año tras año se iba acrecentando. La falta de autoridad provocó que este lugar se convirtiera en el paraíso de los burdeles y los fumaderos de opio. Crimen, droga y prostitución convivían a diario con negocios de alimentación, talleres de reparación de todo tipo y familias cuyos niños estudiaban en el colegio mientras sus padres trabajaban. Aunque hubo quien la calificó como el “cielo del vicio”, para otros era simplemente su hogar, un lugar donde empezar su “Hong Kong dream”.

Muy curioso fue también el boyante mercado de dentistas ilegales que floreció entre sus oscuros muros. Aunque algunos eran dentistas profesionales que provenían de China pero que no podían convalidar su título profesional, otros eran simples advenedizos que practicaban la profesión para ganarse la vida, y todos ellos competían entre sí con precios muy bajos, lo que hizo que su fama se extendiera por toda la región.

         Imagen de un dentista y su consulta

En las décadas de los 70 y los 80, el recinto siguió creciendo a un ritmo imparable. Sin arquitectos ni ingenieros que planificaran la construcción, las plantas continuaron levantándose apoyadas unas en otras, hasta que el peligro que suponía que un avión rozara con su panza las antenas instaladas en las azoteas hizo que se detuviesen las obras. Apenas había luz natural, todo el recinto se iluminaba con fluorescentes, y las tomas de agua -regalo de la administración de Hong Kong- eran pocas y estaban siempre abarrotadas.

La situación continuó así durante varios años, con un aumento de los negocios ilícitos tales como casinos, fábricas de falsificaciones, burdeles y más fumaderos de opio. Alarmados por los elevados índices delictivos y las paupérrimas condiciones de vida de sus habitantes, las autoridades de los dos países implicados decidieron tomar cartas en el asunto firmando en 1987 el acuerdo para su demolición.

         Imagen de los exteriores del recinto amurallado

Entre 1991 y 1993 se desalojó a sus habitantes, que se quejaron amargamente de la pequeña indemnización recibida. Ese mismo año se demolió, no sin antes aprovechar para filmar un par de películas entre sus muros, entre ellas la conocida “Bloodsport” de Jean-Claude Van Damme, precursora del kick boxing en España.

El extravagante recinto ha dado pie a otras curiosidades, como que parte del videojuego “Call of Duty: Black Ops.” esté ambientado entre sus callejones o que un grupo entusiastas japoneses visitaran el lugar para más tarde cartografiarlo y construir un parque temático que lo recrea en las afueras de Tokio. También es de destacar la obra “City of darkness” de los fotógrafos Greg Girard y Ian Lambot, impresionante relato visual de la vida que transcurrió en este lugar, o el interesante documental de The Wall Street Journal (en inglés) que podéis visionar pinchado aquí.

En 1994, una vez desmantelada la Ciudad Amurallada, las autoridades decidieron edificar en su lugar un parque de estilo oriental con lagos, paseos y pagodas. Como vestigio y recuerdo de lo que una vez fue, no queda sino una maqueta a la entrada, unos cañones y una pequeña sala de exposiciones donde hacen un recorrido por la historia del lugar, sin duda, una de las más interesantes de la metrópolis asiática.

         Vistas actuales desde el Walled City Park

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